Pepe

Pepe
El presidente imposible

sábado, 13 de junio de 2015

Mujica, el hombre que da lecciones de vida al mundo


  • La gente lo percibe como un ciudadano más, de ahí sus fuertes bases de apoyo político. Foto afp

El mundo entero se sorprendió cuando supo que un presidente de una pequeña nación suramericana prefería transportarse en un Volkswagen escarabajo del 87 que en una lujosa nave presidencial, en medio de una caravana plagada de guardaespaldas, ventanas polarizadas y subfusiles. Hasta los mandatarios de los países más pobres y subdesarrollados del mundo se montan en esa nube que parece desconocer la realidad de la gente que los elige.
José Mujica irrumpió en la escena mundial para combatir eso. Para mostrarse efectivamente como un ciudadano que hace política, más que como una casta dirigente que intenta captar votantes. Su estilo de vida campestre y frugal, apartado de los lujos y dándole prioridad al bien colectivo, al de la sociedad uruguaya, así lo demostró.
“¿Qué es lo que le llama la atención al mundo? ¿Que vivo con poca cosa? ¿Una casa simple? ¿Que ando en un autito viejo? ¿Esas son las novedades? Entonces este mundo está loco, porque le sorprende lo normal”, responde Mujica, ante los elogios globales que suscita su percepción de la política y de la vida personal.
El pasado domingo 1 de marzo José dejó de ser el presidente de los uruguayos, y se dio cuenta, en medio de aplausos, que sería gratamente recordado por sus tres millones y medio de connacionales como uno de los presidentes más carismáticos y exitosos en la historia del país.
Inseparable de la política
Mujica, nacido el 20 de mayo de 1934, es descendiente de vascos que arribaron a Uruguay a mediados del siglo XIX y se establecieron en el sur del país. Sus antecesores se decantaron rápidamente por el activismo político, hasta el punto de que incluso su abuelo cedió sus tierras para entrenar a las fuerzas que defendieron al caudillo Aparicio Saravia (1856-1904).
En sus parientes maternos también hay antecedentes políticos, su abuelo era seguidor del Partido Nacional (centro), pero más específicamente del herrerismo. Este fue varias veces edil de Colonia y amigo de su máximo ideólogo, Luis Alberto de Herrera (1873-1959).
De ahí que gracias a su familia, en especial a su madre, Lucy Cordano, y a su tío materno Ángel Cordano, empezara a militar en el Partido Nacional, y conociera en 1956 al diputado Enrique Erro, quien luego sería ministro de Trabajo tras la victoria presidencial de Benito Nardone (1959). De toda esa época Mujica aprende de la política de su país y toma conciencia de los cambios que requería, dando un marcado viraje a la izquierda.
Junto a Erro funda la Unión Popular, en coalición con el Partido Socialista del Uruguay y la bancada Nuevas Bases. Ahí se marca su militancia izquierdista, impulsada (tal como en toda la región), por las noticias que llegaban desde Cuba y el triunfo de su revolución.
Los pobres resultados electorales (el candidato presidencial de dicha coalición en 1962, Emilio Frugoni, pierde rotundamente las elecciones con un 2,3 por ciento de los votos), sumados a enfrentamientos cada vez más violentos entre activistas de izquierda y de derecha, hacen que tal como él, cientos de personas decidan tomar la lucha armada como camino para ver cambios en su país.
Guerrilla y dictadura
En los años posteriores se integra al Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T, conformado por socialistas, anarquistas y maoístas), que propendía por una respuesta a los partidos políticos tradicionales (que tenían al país en crisis desde 1955), aprovechando las turbulencias sociales de su tiempo.
Yerú Pardiñas, actual secretario general del Partido Socialista del Uruguay (PS), explicó, en diálogo con EL COLOMBIANO, lo que motivó a Mujica y a tantos otros a integrarse a dicho grupo guerrillero: “Líderes del MLN- T, como Raúl Sendic y Mujica interpretaron la realidad de aquel entonces, y queriendo desempeñar un rol inmediato que permitiera acceder a espacios de poder, decidieron tomarlo por la vía armada. Había además mucha influencia del exterior por cuenta de otros movimientos armados en toda América Latina”.
“No pensaron en las consecuencias, sino que asumieron todos los riesgos, dadas las condiciones sociales que tenía el país entonces, que los hacía pensar que era factible un triunfo por las armas”, agregó.
Tras hacerse conocer por operaciones como el secuestro del presidente de UTEUlysses Pereira Reverbel, el millonario asalto al Casino San Rafael en Punta del Este, tal como el secuestro y posterior asesinato en agosto de 1970 del agente estadounidense del FBI Dan Mitrione —quien se encontraba asesorando en técnicas de tortura a la dictadura—, los Tupamaros vieron una respuesta contundente por parte del régimen.
Ya Mujica estaba curtido en la lucha: fue herido de seis balazos en diversas escaramuzas durante esos años. Fue apresado cuatro veces y, en dos oportunidades, se fugó de la cárcel de Punta Carretas junto a decenas de compañeros.
Durante 1972 los militares capturan a los máximos líderes del movimiento: Raúl SendicEleuterio Fernández HuidobroMauricio RosencofJosé MujicaAdolfo WasemJulio MarenalesHenry EnglerJorge Manera y Jorge Zabalza, mientras la turbulencia política asciende y se van adjudicando mayores poderes. El 27 de julio de 1973 pisotean la democracia con golpe de Estado.
Trasciende el Mujica actual
En los trece años de prisión que vivió José —un encierro denunciado por organismos como la Cruz Roja Internacional, por su brutalidad y condiciones infrahumanas—, el que se convertiría en presidente vivió cada hora oscura con la amenaza de ser asesinado por los militares si alguna acción del MLN-T sucedía en territorio uruguayo.
En 1985 los uruguayos respiraron con el fin de la dictadura. La pregunta de todos, tras la liberación de los presos políticos, fue si estos entraban también a la democracia. Mujica fue encargado de responder, escogido por sus colegas exguerrilleros, al interrogante, el 17 de marzo, en un abarrotado Platense Patín Club.
“No tengo que olvidar, y no es fácil para un cerebro carcomido de rejas, que fuimos invitados por ustedes, sin condiciones, y mucho tenemos que agradecer. Vamos a ir a todas las tribunas que nos ofrezcan. Sin embargo, por estar en un estrado, no se deja de estar abajo. Estamos reaprendiendo, porque hasta la tumba se aprende”.
“Ya hemos aprendido una lección: este pueblo se ha transformado y mucho. Y el que no lo interprete pierde el tren. Las cosas pueden ser lentas, difíciles, hay que convencer y convencerse. La gente quiere pensar, participar. Y es bueno que eso sea así, es bueno que se termine el dirigentismo”, agregó.
El Mujica que hoy los uruguayos extrañan como presidente apareció esa noche, ante miles de comunes a los que reconoció como hermanos, en lucha por la misma causa. “Pepe” es todos los uruguayos, desde que se dio cuenta que la política triunfa cuando representa solo las ambiciones colectivas.
Ahí, con su gente, se reencontró con su pasado, el barrio de Paso de la Arena (sigue viviendo allí), y se dio cuenta de que sin dejar de ser eminentemente un ciudadano, podía hacer más en política que solo ser dirigente de cuello blanco.
“Esa es la impronta del líder que se traslada en su Volkswagen, sin custodia, con lenguaje directo. Esa fue la manera en que logró el apoyo de la gente y el triunfo de sus políticas de gobierno. A su estilo, José Mujica ha logrado más éxitos que muchos de los mandatarios tradicionales que ha tenido Uruguay”, dijo a este diario el periodista Daniel García.
Una reducción histórica de la pobreza del 40 al 10 por ciento, y situar a su nación a la vanguardia en los sectores agrario y energético, son algunos de esos logros del Mujica presidente (2010-2015). Ya forman parte de la historia. El ahora diputado prefiere tomarse un vino y un respiro junto a su esposa, mientras piensa de qué otra nueva forma luchará por su país.
José Mujica recibió una oferta de un millón de dólares por su mítico vocho azul. 
El exmandatario la rechazó. 

martes, 9 de junio de 2015

Mujica, el humilde presidente

Por: Miguel Alejandro Rivera
José Mujica esperando su turno para ser atendido en una
clínica popular de Uruguay, aún cuando era presidente.

Hace no mucho se despidió. Aquel hombre que habita en el sur del continente dejó el poder habiéndolo ejercido de maneras que para muchos terrícolas son casi incomprensibles. Después de haber sufrido la dictadura cívico-militar de 1973 a 1985, y diversos mandatos del Partido Colorado, parece que a Uruguay le llegó la justicia en un sujeto que se alejó de las banalidades propias de un mandatario común.

 “Si tuviera dos vidas las gastaría enteras para llevar tus luchas”, dijo al despedirse de su puesto como jefe de Estado José Mujica, un personaje que ha dejado una huella enorme en la historia, casi tan grande como su humanidad. 

Después de 70 años de batallas financieras que se decantaron en la crisis económica que Uruguay vivió en 2002, la llegada al poder del Frente Amplio en 2005, con Tabaré Vázquez, trajo consigo un crecimiento importante para los uruguayos. Mujica siguió con esta línea para que su país fuese uno de los mejor posicionados en América Latina.

Actualmente, el Banco Mundial, clasifica a Uruguay como un país de renta alta con un ingreso nacional bruto per cápita de 18.940 dólares, con un crecimiento promedio anual del 5.5 % entre 2006 y 2013. Además, en el periodo de Mujica, el país registró el índice de desempleo más bajo en su historia.

Sin embargo, aunque son positivas en la mayoría de los ámbitos, siendo el menos favorable la inseguridad, José Mujica es un hombre que no puede, o no debe, medirse en cifras, sino en acciones, ideas, y en su legado como ejemplo austero, popular, alegre, pero sobre todo humano en el ejercicio del poder.

El ahora expresidente, donaba el 90 % de su salario a causas sociales. Decía, con mil 250 dólares le alcanzaba para sus gastos. “El hombrecito de nuestro tiempo deambula entre financieras y el tedio rutinario de las oficinas atemperadas con aire acondicionado. Siempre sueña con las vacaciones y la libertad. Siempre sueña con concluir las cuentas, hasta que un día, el corazón se para y adiós…” dijo frente a la ONU en 2013.

En aquella misma ocasión, denostó la mercadotecnia, atacó al capitalismo, al político hambriento de riquezas y a la civilización en la que hoy vivimos, “civilización contra la sencillez, contra la sobriedad, contra todos los ciclos naturales, pero lo peor, civilización contra la libertad que supone tiempo para vivir las relaciones humanas, amor, amistad, aventura, solidaridad, familia”.

El antes gobernante de Uruguay, jamás dio la impresión de mandatario, sino de un hombre común que recibía a periodistas, funcionarios, y visitantes en general, en su humilde vivienda; la mayoría de las visitas lo encontraban trabajando, no sólo en el papeleo burocrático de dirigir un país, sino con sus pantalones arremangados, recién bajado del tractor, trabajando la tierra.

 Nacido en Montevideo, el 20 de mayo de 1935, Pepe Mujica pareciera un hombre que viene de otras épocas u otras dimensiones: no usa tarjetas de crédito, no tiene celular, le son indiferentes las redes sociales y jamás usa corbata.


A su evento de despedida como Jefe de Estado, llegó como a todos los lugares a donde iba: en su pequeño volkswagen azul. Inolvidable, como en gran parte de sus discursos, hace unos meses, en febrero de este año, dijo hasta luego a sus compatriotas: “no me voy, estoy llegando, me iré con el último aliento. Donde esté, estaré por ti”.

Discurso de despedida de José Mijica

Muy a su única manera, así se despidió José Mujica de su cargo como presidente de Uruguay, ante miles de sus compatriotas quienes, seguramente, quisieran que Pepe fuese eterno. 

Mujica, el presidente imposible

Josefina Licitra

Acá.

José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, vive acá.
En la entrada del rancho hay una cuerda donde cuelgan las ropas de un niño —pobre—; una casucha de ladrillo gris a medio hacer —pobre—; un desmadre de plantas: juncos, pastos crecidos, yuyos; una hectárea de tierra recién surcada; y perros, muchos perros. Chuchos que circulan con el paso lerdo de los animales viejos y que cada tanto buscan esquinas de sombra allá en el fondo, pasando unos arbustos, en la casa de José Mujica.
Allá. José Mujica, presidente de la República Oriental del Uruguay, descansa allá: en cuatro ambientes de paredes desconchadas donde hay una cocina, un sillón rojo, una perra de tres patas —la mascota de Mujica es tullida— y una estufa a leña. Desde ese bajofondo austero, casi marcial, este hombre emergió infinitas veces —primero como legislador nacional, luego como candidato presidencial— a recibir a la prensa.
recibir, en el planeta de Mujica, es un verbo imperfecto. Mujica ha
recibido periodistas recién bajado del tractor, sin la dentadura puesta, con el pantalón arremangado hasta las rodillas y con una gota de sudor colgando de la nariz.
Mujica ha recibido periodistas con un afectuoso cachetazo y con esta frase: “Cortala con el bla bla y andá a laburar, que es lo que necesita el país”.
Mujica ha recibido periodistas en días preelectorales, con alpargatas pero sin dientes —bueno, ha dado conferencias de prensa enteras sin dientes—, jugando con su perra manca y haciéndose cortar el pelo por un desconocido que había ido a pedirle trabajo.
Mujica ha recibido periodistas la mañana misma de los comicios presidenciales y los ha recibido en pijama, con la barba crecida y con las encías rumiando esta única frase: “A pesar del ruido, el mundo hoy no va a cambiar”.
Era, ese entonces, la mañana del veintinueve de noviembre de 2009. Y aunque el mundo no cambió, ese día el Uruguay torció su propio rumbo: con el cincuenta y dos por ciento de los votos —ganados a Luis Alberto Lacalle en un ballotage— Mujica se convirtió en el presidente más impensado del Uruguay y probablemente de la tierra. No solo por su austeridad llevada hasta el paroxismo sino por su pasado, que no es otra cosa que el origen de todo lo demás.
Mujica militó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), una guerrilla que nació y se fortaleció al calor de la revolución cubana; estuvo dos veces preso en una cárcel que hoy —maravillas de la globalización— es un shopping; huyó de ese penal en uno de los escapes más espectaculares que tiene la historia carcelaria universal; vio demasiados amigos morir y esperó demasiadas veces la muerte propia; estuvo diez años aislado en un pozo durante la dictadura militar de 1973, donde sobrevivió a la posibilidad de la locura; y llegada la democracia festejó esa sobrevida del único modo posible: arando y militando. Esta vez, desde un marco legal.
En 1995, Mujica devino el primer tupamaro en ocupar un puesto como diputado nacional. Luego fue senador. Después fue ministro. Y a fines de 2009 se transformó en el primer “exguerrillero” en llegar a la presidencia del Uruguay y en completarle el sentido a una lucha ideológica por la que se inmoló buena parte de América Latina.
—El Pepe llegó, primero, porque sobrevivió —dirá días después José López Mercao, compañero de Mujica en la cárcel de Punta Carretas—. Segundo, porque el movimiento armado salió muy honrado frente a la población: siempre estuvo esa idea de que los tupamaros eran buena gente. Y por último, porque Pepe siempre fue un tipo muy humano, muy enamorado, muy zorro y muy austero.
Hoy, Mujica se traslada en un Chevrolet Corsa más bien viejo. No usa corbata. No tiene celular. No tiene tarjeta de crédito. Prohíbe a los empleados de gobierno usar Facebook o Twitter o cualquier cosa parecida. Tiene una esposa —la senadora Lucía Topolansky— tan asceta como él. Y no vive en la residencia presidencial sino en esta chacra de huesos flacos en Rincón del Cerro: un páramo rural a veinte minutos de Montevideo, donde el campo es más un esfuerzo que un vergel.
Mujica pasa aquí sus días desde mediados de la década de 1980, cuando salió del pozo carcelario con la certeza de que —todo junto— volvería a la política y se compraría una granja. Lo acompañan Lucía Topolansky, también tupamara, y tercera en la cadena de mando de Uruguay; Micaela, su perra de tres patas; dos familias que, por no tener lugar mejor donde caerse muertas, fueron a hablar con Mujica y recibieron a cambio un pedazo de tierra dentro de esta misma estancia (por eso la construcción gris a medio hacer; por eso las ropas de niño colgando de una cuerda); y dos hombres uniformados que ahora se interponen en la entrada y dicen, amablemente, lo que vinieron a decir: “Pida una entrevista en la torre presidencial”...
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José Mujica rechaza oferta millonaria por su ‘vocho’ El auto se lo regalaron unos amigos haciendo una colecta, dice el presidente uruguayo; un jeque árabe le ofrecía un millón de dólares por el Volkswagen de color azul.

José Mujica rechaza oferta millonaria por su ‘vocho’

El auto se lo regalaron unos amigos haciendo una colecta, dice el presidente uruguayo; un jeque árabe le ofrecía un millón de dólares por el Volkswagen de color azul.

14 de noviembre de 2014

MONTEVIDEO (Notimex) — El presidente de Uruguay, José Mujica, descartó este viernes vender su automóvil Volkswagen pese a la oferta de un millón de dólares (mdd) que le hiciera un jeque árabe.
El mandatario compartió en su programa de radio de los viernes que le tiene mucho cariño a su ‘vocho’.
“Mientras viva va a dormir en el galpón y de vez en cuando dará una vueltita”, dijo Mujica.
“Desde siempre somos amigos de los Fusca (‘Vocho'). Recordamos el primero que conocimos cuando éramos muchachitos en la década de 50; nos chocó, nos pareció horrible.
“Con el paso de los años, cuando entre otras cosas intentábamos cambiar la suerte del mundo en el que vivimos, nos sentimos enamorados de los Fusca. Hasta el día de hoy", recordó.
El mandatario había dicho que en caso de aceptar la oferta daría el dinero para programas sociales de Uruguay.
En su última declaración jurada, el presidente uruguayo declaró ser propietario de un automóvil Volkswagen Fusca de 1987, valorado en 70,000 pesos (unos 3,000 dólares), y otro del mismo año pero con dos puertas con un valor estimado de 37,500 pesos (1,500 dólares).
"Uno está un poco desvencijado, que está guardado en el galpón y no anda. Y éste que estamos usando desde que somos presidente y que un puñado de amigos hizo una colecta y nos lo regaló", apuntó el gobernante uruguayo.
"Nunca (podría vender el automóvil) porque ofenderíamos a ese puñado de amigos que se juntaron para hacernos este obsequio".
A mediados de este año, durante su participación en la Cumbre del Grupo de los 77+China que se realizó en Bolivia, un jeque árabe le ofreció a Mujica comprarle el Fusca por un millón de dólares, anécdota que el mismo mandatario uruguayo confirmó.
"Van a vegetar en los viejos galpones mientras que estemos vivos y el porvenir dirá el de su destino”.

5 frases que definen a José Mujica y a su gobierno, según la BBC

1. "No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivir con lo justo para que las cosas no me roben la libertad".


2. "No es bonito legalizar la marihuana, pero peor es regalar gente al narco. La única adicción saludable es la del amor".


3. "El matrimonio gay es más viejo que el mundo. Tuvimos a Julio César, Alejandro el Grande. Dicen que es moderno y es más antiguo que todos nosotros. Es una realidad objetiva. Existe. No legalizarlo sería torturar a las personas inútilmente".


4. "Legalizando e interviniendo, se puede lograr que muchas mujeres retrocedan en su decisión, sobre todo aquellas en los sectores más humildes o quienes están solas".


5. "Somos medio atorrantes, no nos gusta tanto trabajar. (...) Nadie se muere por exceso de trabajo, pero no es un país corrupto, somos un país decente".